Homenaje a Jorge Robledo Ortiz, nacido en Santa Fe de Antioquia
Sentido homenaje a los miembros del centro de historia, Que son la historia viva de Santa Fe de Antioquia
Santa Fe de Antioquia, es hoy en día una ciudad donde el
“silencio grita”
Martes en la tarde. La soledad de un lugar sin almas festivas que no salen. No por miedo, sino para evitar el ya conocido sol de la ciudad madre.
Martes en la noche. La soledad de un lugar con almas de relajo, que sólo quieren devolver a las calles el ruido de su caminar sin rumbo. Buscando la brisa fresca de la consentida de Robledo.
Miércoles en la madrugada. La soledad de un lugar, en donde el mármol mantiene el recuerdo de las almas, tallado con unos apellidos, y anécdotas o historias que sólo repiten los de la edad dorada, a los que apenas empiezan y son sordos.
Cuento de Luna:
“Te haré un cuento de luna
De claro rosicler y aguamarina;
Un cuento azul que tenga siete enanos,
Un castillo feudal, hadas madrinas,
Un elefante blanco de ojos tristes
Y un escuadrón en cruz de golondrinas.”
Leonardo Alcaraz
…Érase una vez en un Reino donde el sol caminaba y caminaba sin encontrar donde descansar…
Y si este cuento fuese de Alberto Velásquez, empezaría: “En un lugar de la mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…”
Érase una vez un cuento de Luna en la Cuna de la Raza, una alma y muchas más. Unas sustancias espirituales e inmortales, capaces de entender, querer y sentir, que forman el cuerpo humano y constituyen la esencia del hombre…
La primer alma del cuento, a parte de todas las que se removieron, con una nueva sede de Dios, en el año 1828, es la de Mi Padre Jesús, (¡perdón!) La Iglesia de Jesús Nazareno como gusta nombrarla Tascón.
Esta alma es la del peluquero frustrado, aquel humilde seminarista que al querer ejecutar una orden, decepcionado salió despavorido por no poder organizar un poco la escaplillata forma del cabello del “Señor de la Peña”, ya que en el momento del corte, la imagen, rebelde se movió debido a un leve temblor de tierra.
“Por un rayo de luz cayó vencida
Como el lucero azul en la fontana,
Y se quebró como una porcelana
Por su propia blancura estremecida.”
Jorge Robledo Ortiz
La casa negra, que en alguna época era de claro rosicler, hasta que el dolor y la pena de una muerte, hizo que un padre desconsolado, sufriera la muerte de su hija. Y solo plasma su dolor manchando su alma de negro y su corazón, al igual que el frontis de la casa que la vio nacer, como una condesa en la imaginación, verídica, increíble y solo posible en la mente de un genio;
Eran los viejos tiempos
Cuando empezaban a crecer en gloria
Tu cuarto y tu chambergo,
Tu mirada de príncipe y barba,
Tu erudición sencilla
Y la música antigua de tu fabla.
Tiempos de casanegra,
Un nombre terrorífico
Para ocultar tu diapasón de agua.
Jorge Robledo Ortiz
El hijo de Antioquia, hombre amante de las letras; José Velásquez García, el muy querido Julio.
“Orla de plata con seis murciélagos en sable en vuelo, abiertas las fauces y listas para chupar”… ¡Drácula! es el único conde en los anales de la historia, ¡Pestagua!, muere en Cartagena junto con su amor, O linda Cartagena llena de sabor a inquisición y religión, pobre conde siente el sabor de las casa más linda y grande de Antioquia, que sólo su hijo Juan Nepomuceno Martínez supo preservar.
¿En cinco días hacer treces estatuas? Necesito por lo menos cinco meses –exclamó el escultor. –Pues cinco días o cinco meses, o cinco años –No saldréis de aquí hasta que el Apostolado esté concluido.
Judas estuvo en Santa Fe de Antioquia o al menos su gemelo, gracias al escultor Quiteño, que en venganza con el Gobernador de la provincia de Antioquia, el oidor don Juan Antonio Mon y Velarde, talló su rostro en el traidor de la “Última Cena.” Esa alma del oidor todos los Jueves Santos se llena con el banquete que organiza Rebeca, y se sacia admirando a su Santa Fe de Antioquia, que lo inmortalizó por su gran verruga.
Siete enanos hospedados sin una Blanca nieves;
Uno de ellos el General José Maria Córdova,
Quien sin temor fusiló,
Al Tesorero Real por ladrón.
El segundo Jorge Isaac,
Poeta guerrero que gobernó,
Que por culpa de una María, famoso se volvió.
Cuatro gobernadores en un palacio.
Bartolomé de Alarcón,
Francisco de Baraya,
Juan Alonso Manzaneda y Juan Bueso de Valdés,
En un Caserón que lo volvieron al revés.
El obispo Fray Mariano Garnica Dorjuela,
Con orgullo pepa revela,
Su casa como primera episcopal resuena.
Leonardo Alcaraz
“22 de Agosto de 1990, Dios se llevó un pedazo del corazón de Antioquia y una parte del alma de Colombia” muere en Medellín el poeta de la raza Jorge Robledo Ortiz. ( Fanny Alcaraz Gomez)
Hoy está de luto la montaña
Y hay un arriero, que llora en el camino.
Hay entre la arboleda menos trinos
Y está más oscura la mañana.
Jorge Robledo Ortiz
En su vida nunca pudo averiguar quien hizo el primer poema. Sin embargo escribió: “Yo sólo puedo decirles que estos inventarios de nostalgia fueron posibles porque, del otro lado de la eternidad, mis padres me deletrearon el código en colores de la luz.
Porque -sangre arriba- por los afluentes de mi savia, ocho hijos y una esposa empujaron mis sueños hasta que se fueron volviendo pequeños barcos de papel para la travesía del rió de la vida.”
Un castillo feudal ayer. Un palacio hoy, que entre sus sombras nos revelan viajes fantásticos, huellas que nos dicen del poderío de una religión, uno y mil sacrificios, que muerte de brujas y recuerdos de riqueza, tanto espiritual como material, una la Centeno, famosa por su malicia y seducción, con el oro. Uno que otro gramo dejó escondido en un rincón.
Dolor de nuestro barro montañero:
Tú que tuviste un alma de Maestro
Y fuiste simple y bueno,
Enséñanos a hacer de nuestra vida
Un tiplecito viejo…
Jorge Robledo Ortiz
Las hadas madrinas, Blancanieves, botas de siete leguas, Aladino y los ladrones son los cuentos que en mi escuela, Jael nos enseñó y que un hermoso recuerdo bajo el palo de bienmesabe nos dejo.
Yo soy su voz lejana, el eco prolongado
De su conciencia libre de toda oscuridad;
Por eso en este día yo recojo el pasado
Y las flechas del niño aturdido y descalzo
Para pedirle al cielo “bienmesabes” de paz.
Jorge Robledo Ortiz
El alma en pena que sufre su amargura baja como la procesión del Jueves Santo, con una Dolorosa que Luis Samuel nunca cargó. Un Eccehomo que el niño Juan una peluca regaló, un caído que con recelo Lucila cuida con fervor y una pequeña virgen que Libia Virginia guarda en su corazón.
Calle de la amargura ¡Abuela Santa Bárbara!
¡Y la calle del medio con mi Padre Jesús!
Alegre calle mocha con mulas y parranda,
Y abajo una palmera tan solitaria y casta
Como un beso de antaño guardado en un baúl.
Jorge Robledo Ortiz
Cuando el alma flota por la amargura, recuerda aquel portón, esa tapia, el hermoso frontis de una casa abuela llena de cuentos y encantos, como aquel elefante blanco de ojos tristes, del abandono de algunos de los prócer o grandes héroes de guerras y letras y aquella capa fluvial, que dejó el muy amado hijo de la ciudad, Francisco Cristóbal Toro, la redonda mesa de Juan del Corral, que aun familiares representan su honra y honestidad, la gran memoria del historiador de “Este Día” que “El Colombiano” ya no olvida, Miguel Martínez Villa.
La libertad voló primero a la frente
Y después a la voz
Y después a las manos de don Juan del Corral.
Y los gavilanes de su pluma nos escribieron
Que era para todos:
Para los negros y los blancos,
Para los ricos y los pobres,
Para las lavanderas del Gualí,
Para las casas coloniales
Y para las chocitas inéditas del Llano
Donde recogen la luz en las tinajas.
Jorge Robledo Ortiz
El callejón del padre Pardo que en planeación no se registró, pero que el pueblo con ese nombre lo bautizó.
Un alma que se me escapa, es la de Monseñor Jesús Maria Rodríguez, que por ser buen hijo nunca a su madre abandonó, un palacito le construyó, lástima que por la amargura voy y en la calle del medio faltan almas por montón.
“Calle de la amargura”: por ti bajó mi alma
Muchas veces buscando la iglesia familiar.
Hoy regreso cansado, traigo al hombro la infancia
Con la misma simpleza que cargué una tinaja
Cuando tenía seis años y sabía rezar.
Jorge Robledo Ortiz
En el centro de historia hay todo un crisol. Desde la Pola Hasta Gollas y los más altos barrios de la ciudad, que hacen parte de la herencia de historiadores sin igual, como los Yepes, Guisao, Gamboa o los Alcaraz, nos recuerdan las fechas y hechos que no debemos olvidar y que en diciembre una ofrenda vamos a llevar.
Dios les pague, señores, a nombre de mis padres
Y de los once hermanos, savia de mi cantar.
Las sienes que reciben el laurel, esta tarde,
Hace ya mucho tiempo que sienten que la sangre
Es aceite en lámpara que enciendo a mi ciudad.
Jorge Robledo Ortiz
Otra de las almas de este cuento de luna es Fernando Gómez; No tiene solo un periódico, un centro de historia, sino que además tiene un túnel y una Antioquia que lo quiere, porque un escuadrón de cruz de golondrinas, que bajan hasta la luz de una iglesia abuela, lo esperan con su cabeza en bronce, rodeado de lo más bueno, bienmesabe como los del parque Toro, que Samuel Aguinaga sembró y como hijo pródigo al centro regresó.
Este relato es sobre el recorrido que hacen las almas en las noches, camufladas con la soledad de sus calles, que solo recorren los gatos. Estas calles con su encanto triste, por una Santa Fe de Antioquia que ya olvidó a los verdaderos creadores de la familia paisa y los dones y valores que heredamos.
Juan Esteban Martínez, señor de rancia heráldica
Y obsoletas virtudes que ya son tradición.
Soldados sin coraza de aquella “Pura y Limpia”
Capitanía del mundo donde pisó Colón.
Jorge Robledo Ortiz
En Antioquia existe una familia que es:
La mayor: Basílica, Jesús, Bárbara, Chinca, Pedro, Martín y Carmen.
La Catedral austera, incensario donde arden las cenizas primeras del primigenio templo.
Mi padre Jesús, cofre de añejas humildades…
Santa Bárbara, anciana pastora del paisaje…
“La Chinca” es un navío con proa a los luceros…
San Pedro Claver, alta como el nido del aire…
San Martín de Porres limpiando las ovejas descarriadas del señor…
La del Carmen “La Vieja” está esperando. Hoy como en el pretérito, tengamos para ella alma de “cosecheros…”
Estas hermanitas de sangre pasión y de fe; que forman la osa menor de la constelación religiosa, unidas a la estrella polar que desde lo alto forman la verdadera fe de Antioquia.
“Sol en piedra remansado
Luna en rosarios vencidos,
Y una lámpara encendida,
Cada tumba del pasado.”
Jorge Robledo Ortiz
Como Samuel cantó y en el centro de historia sus notas dejó.
Como Darío con su “Amargura” y una cámara que a Antioquia enfoco.
Como Samuel un libro de notas escribió,
Como Darío un orgullo de museo nos regaló.
Leonardo Alcaraz
Con familiar confianza, pasaré los portales
De tus viejas casonas donde se asusta el viento,
Buscaré leyendas de “espantos” y de “entierros”,
De “espíritus que penan” y sombras de aquelarre.
Jorge Robledo Ortiz
La calle del medio es la central, es la columna vertebral donde la verde, la del pirata, la del médico y los fantasmas, comparten una cuadra llena de padres sin cabeza, mulas enfrenadas y damas de verde, que Merceditas no dejó olvidar y que en el libro de oro las van a recordar.
Ya el alma quiere descansar, pero antes un mango quiere disfrutar, pero el Adán de los mangos parece que frutos no da y soló un mamoncillo al frente parece descansar.
Cuando cierro los ojos veo en ella esa tierra
Donde el primer abuelo sembró su corazón:
Sus tres calles subiendo siglos a la glorieta,
Los mangos de la plaza… y esa luna obsoleta
Que hace quinientos años suspira en español.
Jorge Robledo Ortiz
Robledo en su trono escoltado por dos mujeres representa las mil y una almas de este cuento, que inconcluso quedó, porque la historia nunca culminó, otro día un cuento de Luna haré, de claro rosicler y aguamarina, por que el azul de siete enanos, esperan otra poesía, mientras un castillo feudal, lleno de hadas madrinas, recordaran el elefante que ya no reía y un escuadrón de cruz de golondrinas, adornan permanentemente la Antioquia querida.
Miércoles en la mañana, la soledad de un lugar con almas que regresan a descansar y a llorar porque sus legados muy pocos lo sabrán, pero afortunadamente no se borrarán porque la historia de Antioquia, como templarios no la dejamos marchitar.
Siquiera se murieron los abuelos
Sin ver como se mellan los perfiles.
Siquiera se murieron los abuelos
Sin sospechar el vergonzoso eclipse.
Jorge Robledo Ortiz